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"Las leyes, por sí mismas, no hacen mejor a la gente —dijo Nasrudín al Rey—. Es necesaria la práctica de ciertas cosas para lograr armonizarse con la verdad interior. Esta forma de verdad se asemeja muy poco a la verdad aparente."

El monarca, sordo a la profundidad oculta en aquellas sabias palabras, quiso demostrar apresuradamente que podía imponer la Verdad en su reino. Mandó a todas las personas que moraban adentro de sus murallas que salieran y entregaran una verdad para poder volver a entrar. La mentira costaría sus cabezas.

Y entonces se acerca Nasrudín a las puertas y le dice al Capitán de la Guardia que va camino a ser colgado. Estupefactos se dan cuenta que el sabio les ha colado un jaque mate en menos de un parpadeo. Con una sonrisa remata y dice: «Así es, ahora saben lo que es la verdad: su verdad».

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