El año pasado, la asociación civil Nodo Tau capacitó en el telecentro comunitario de informática instalado con software libre que funciona en su sede, a un grupo de jóvenes sordomudos. Un telecentro es una sala abierta a la comunidad de acceso a las tecnologías, donde además se brindan capacitaciones en el uso de estas herramientas para que los vecinos y vecinas puedan apropiarse de ellas en la resolución de problemas y mejoramiento de la comunidad.
En el trabajo con este grupo se trató de brindar las tecnologías como una herramienta más que favorezca la comunicación y ayude a la problemática propia de la comunidad de sordos.
Nodo Tau, que coordina una red de nueve telecentros en barrios periféricos de Rosario y Gran Rosario, Argentina, y que para este año 2006 prevé la incorporación de más salas populares, es la primera vez que transita por una experiencia de estas características.
Una de las coordinadores del telecentro, María Victoria Escobar, estuvo a cargo de llevar adelante este taller, junto a docentes especializadas en lengua de señas. En esta nota, nos cuentan sobre este primer acercamiento a la capacitación en TIC destinada a sordomudos/as.
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“El mundo es para los oyentes”, suelen afirmar los chicos que asistieron durante el año pasado a las capacitaciones en informática que realizamos en el Telecentro Libre de Nodo Tau. Y que el mundo sea para los oyentes, para ellos significa, en cierta manera, pensar las estrategias cotidianas de supervivencia en esta ciudad que les toca vivir.
Desde ir al almacén hasta mirar televisión, desde ir al médico por un dolor de barriga hasta poder estudiar en la escuela secundaria, todo para ellos es un gran desafío. Porque resulta que Jeremías, Javier, Mariano, Emanuel y Fernando son jóvenes sordomudos que además tienen las preguntas y conflictos propios de la adolescencia que transitan. Llegaron a Nodo Tau a través de su profesora Analía Gomítolo, docente especializada en lengua de señas, que indagó sobre sus inquietudes y luego se contactó con nosotros/as para que podamos sumarlos a los grupos que se capacitan en nuestra sala.
Sin dudas, también fue una experiencia muy novedosa y motivadora, ya que era la primera vez que trabajábamos con personas con capacidades diferentes. Y en este caso en particular de personas sordomudas, también debíamos saltear las barreras comunicativas y expresivas, y eso fue posible gracias a la interpretación constante de las docentes que acompañaron el proceso diario en el telecentro.
En el taller, los chicos aprendieron a utilizar el procesador de textos, a tipear, subrayar palabras, poner colores, imágenes, organizar ideas en tablas… y como en nuestra organización preferimos no sólo quedarnos con los procedimientos técnicos, sino también tratar de construir conocimientos que aporten a la vida cotidiana de las personas a través de la reflexión y del diálogo, estas herramientas tecnológicas fueron la excusa para eso.
A través de dinámicas y consignas participativas, descubrimos y pudimos charlar sobre la preocupación respecto del mundo del trabajo que tienen estos jóvenes. Si el panorama es poco o nada alentador para los y las jóvenes oyentes, más difícil aún lo es para los y las jóvenes con capacidades diferentes, porque no siempre hay políticas integradoras ni que protejan los derechos de los más vulnerables.
Así, entre práctica y práctica, entre mate y mate, nos contaron de los esfuerzos y formularios que tuvieron que llenar para que les permitan el ingreso en una escuela secundaria pública y para que el gobierno se haga cargo de asignarles una intérprete en cada hora de clase. Nos enteramos de las imposibilidades de comunicarse con el médico del hospital ante una enfermedad, si es que no cuentan con el apoyo de sus familiares o de algún/a intérprete amigo/a que a modo de favor los acompañe.
Gracias a internet y al apoyo de la docente especializada, se pudieron enterar de las legislaciones que hay en otros países al respecto de estos casos que son tan importantes en la vida y desarrollo de una persona. También investigaron sobre subtítulos de TV que “leen” mediante texto escrito cada una de las palabras y sonidos que aparece en pantalla y cómo estas señales codificadas están legisladas en otros lugares lejanos.
La capacitación en informática fue avanzando y en la búsqueda de nuevas formas de comunicarnos, empezamos a indagar en programas de diseño vectorial, que, nos confesaron, fue la forma más divertida de apropiarse de a poco de estas herramientas para decir lo que piensan.
Terminamos el año con la promesa de volver a encontrarnos en este 2006 y en eso estamos ahora, tratando de sumar a nuevos/as participantes, adaptando material didáctico especializado, planificando contenidos y metodologías. En definitiva, aprendiendo de la experiencia previa para poder mejorarla, y por supuesto que somos receptivos/as a historias y saberes compartidos de experiencias similares en otros lugares.
Sin dudas, los desafíos para estos chicos son muchos. Pero si pensamos al acto comunicativo no sólo como la consecución de sonidos que forman palabras, sino como un todo cargado de significados y sentidos que muchas veces se dibujan en un contexto o bajo determinadas modulaciones o intenciones, entenderemos que el desafío para ellos/as y para nosotros/as es, en realidad, más grande de lo que creemos.
Quizás las tecnologías puedan ser una de las herramientas de las que puedan valerse para comunicarse y comprenderse, pero sin dudas lo más importante está en el apoyo y valores humanos, en la solidaridad, en la justicia de las leyes que integran y no amplían brechas. Para que la frase “El mundo es para los/as oyentes” que ellos/as afirman, resignados, pueda convertirse en la frase del genial Paulo Freire: “El mundo no es. Está siendo…”