¿Dónde van a parar los 10 millones de celulares que se descartan por año en Argentina?, ¿Y los cargadores, PC, monitores, impresoras? Una gran proporción se tira a la basura. O sea, la tierra, el agua y el aire terminan absorbiendo los residuos peligrosos contenidos en estos aparatos. En nuestro país sólo el 10% ingresa en circuitos de gestión de residuos. El creciente nivel de consumo y la industria de la obsolescencia programada, aceleran la necesidad de contar con políticas adecuadas para el sector. Desde la organización Nodo Tau subrayan que es totalmente posible conformar un sistema integrado de reciclaje, con miras a potenciar la reutilización de los recursos, generar trabajo y proteger la salud socioambiental.
“La cuestión de los residuos electrónicos y eléctricos (RAEE) tiene un horizonte muy interesante, por la importancia de los minerales que se pueden recuperar a partir del trabajo con estos residuos. Dentro de su composición hay una gran cantidad de minerales – oro, plata, cobre - que pueden recuperarse sin necesidad de sacarlos de los lugares naturales y a un costo mucho menor. Además, por el volumen que están tomando los residuos electrónicos vemos cada vez más necesario su tratamiento adecuado dentro de un sistema organizado”, analiza Eduardo Rodríguez, Ingeniero Electrónico y referente de Nodo TAU.
“La idea es que exista algún tipo de sistema organizado para el tratamiento y todo el procesamiento de los RAEE, tener en cuenta todos los actores que intervienen, cuál es el potencial de cada uno, y qué organización se puede dar a través del tiempo para que esto suceda”, agrega Rodríguez, quien lleva transitados más de 20 años en el camino de la inclusión digital y el acceso social a las nuevas tecnologías de la información.
El horizonte al que hace referencia Eduardo, además de ser auspicioso, es complejo y contiene varias aristas: productiva, social, ambiental, jurídica, y por supuesto, política. Involucra a un conjunto de actores que, de no estar articulados no producen la suficiente sinergia, conduciendo a la situación actual de despilfarro de recursos. Y por lo tanto, de desperdicio de posibilidades.
En nuestro país -según datos de la ONG Greenpeace- se generan 120 mil toneladas de basura electrónica por año, alrededor de la mitad de estos residuos están apilados en oficinas, hogares, entes públicos o depósitos, y el 40% se entierra o se descarta en basurales y rellenos sanitarios. Sólo cerca del 10% ingresa en esquemas de gestión de residuos, lo que evidencia el tremendo derroche de recursos posibles de recuperar, y que a su vez constituyen una peligrosa fuente de contaminación.
Cabe recordar que los residuos electrónicos y eléctricos (RAEE) están compuestos por un 25% de componentes reutlizables, 72% de materiales reciclables (plásticos, metales ferrosos, aluminio, cobre, oro, níquel, etc) y 3% de elementos tóxicos: plomo, mercurio, berilio, selenio, cadmio, cromo y amianto, entre otros. Los mayores riesgos sobre la salud se producen cuando este tipo de residuos se queman o lixivian.
“Los RAEE tienen varias categorías, particularmente la categoría informática es la de mayor valor. Tiene la doble característica de ser un residuo muy peligroso pero a su vez es muy valioso. Las miles de toneladas de residuos que produce la ciudad de Rosario es de por sí generadora de potencial trabajo, pero aún no se está aprovechando”, describe Luis “Pipo” Martinez, también Ingeniero Electrónico e integrante del Nodo Tau, haciendo foco en la situación local.
En la ciudad de Rosario se generan alrededor de 8000 toneladas de RAEE por año, a través de la campaña municipal de recolección, sólo se recuperan 32 toneladas. Un dato ínfimo y poco significativo para una ciudad que supera el millón de habitantes (censo 2010), y donde el nivel de consumo de aparatos electrónicos crece a un ritmo vertiginoso, y preocupante desde el punto de vista de la sustentabilidad.
Mucho por hacer
El potencial de los residuos electrónicos no está siendo dimensionado políticamente como una fuente de recursos: “Hoy tenemos una mina de oro y plata enterrada en el relleno sanitario, que es muy difícil después de ir a buscar. No es una veta que se encuentra en la montaña, está toda enterrada sin aprovechar”, describe Martínez trayendo a la charla un fenómeno poco conocido hasta el momento, el de la “minería urbana” o reciclado de RAEE, que permite recuperar metales sumamente escasos y cuya obtención -a través de la actividad minera- produce un alto impacto ambiental y social.
“Si nosotros logramos retener ese material, que tiene un alto valor de reciclado e incluso de reutilizado, puede ser reutilizado con una función social, destinase a organizaciones y escuelas que no tienen equipamientos. Pero para eso, primero hay que tener una gran consciencia del tema, y después, organizar el sistema de recuperación y de valorización de estos materiales, lo que hace factible la creación de puestos de trabajo”, sostiene Pipo Martinez.
En Rosario, la actividad de reciclado de RAEE se realiza en el Centro de Reciclado ubicado en Boquerón 655 del barrio Molino Blanco, de la mano de un grupo de jóvenes -capacitados especialmente para el trabajo- que recibe basura electrónica recolectada en los distritos a través de la campaña municipal. Dicha campaña incluye la reparación de los equipos reutilizables y el reciclado del material desechable.
Actualmente, en la recuperación de 32 toneladas anuales trabajan cinco personas, si por año se generan 8 mil toneladas de residuos electrónicos, está claro que el sistema da para mucho más, en términos laborales, sociales y ambientales.
Las desproporciones también son claras entre la rentabilidad económica empresarial y responsabilidad ambiental, al respecto Martínez explica: “En los últimos años de alto consumo en Argentina se han beneficiado muchos actores económicos de la industria electrónica, y el pasivo ambiental que dejan alguien lo tiene que pagar, tienen que hacerse responsables. En el mundo, las leyes que rigen los RAEE aplican el concepto de Responsabilidad Extendida del Productor, esto quiere decir que la mayor responsabilidad en la cadena de responsabilidades del residuo la tiene quien produjo ese objeto y quien dispuso que tuviera esas materias primas que son contaminantes. Por otro lado, también estimula a quienes fabrican o comercializan productos electrónicos, para que traten de que no utilicen materias primas contaminantes, para luego no tener tanto responsabilidades económicas como penales”.
Los referentes del Nodo TAU coinciden en que para conformar un sistema integrado de gestión de RAEE es necesaria la articulación responsable de diversos actores en el marco de un cambio cultural, el cual implica pararse en un paradigma diferente al mercantilista expoliador de recursos naturales, y requiere construir otras relaciones económicas, sociales y ambientales desde el paradigma de la circularidad y del cuidado integral de la vida.
“Vemos un gran nivel de desinformación en cuanto al riesgo y a la oportunidad. Si bien hay algunas mesas de trabajo en el ámbito institucional, no se ha tematizado la cuestión de generar un sistema integral que lo aproveche toda la ciudad. Todavía hace falta una mirada de desarrollo local. Creemos que desde las organizaciones estamos generando una movilización en torno al tema que puede ser una oportunidad para ponerlo en agenda e impulsar proyectos concretos”, observan los activistas del Nodo TAU, organización que a mediados de los ’90 - cuando la informática llegaba para quedarse - supo crear proyectos concretos en el uso social de las nuevas tecnologías, haciendo posible el acceso digital a grupos sociales históricamente postergados de las políticas públicas.