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Esta serie es una creación de la colectiva feminista Luchadoras, de México. Cada uno de los tres capítulos de #TecnoLovers cuenta distintas historias de mujeres que son masters de las tecnologías: "mujeres que toman la bici, desarman su compu y convierten un copo de algodón en vestido".

CAPÍTULO 1: TEJEDORAS DE TECNOLOGÍA

Transformar el algodón en un huipil lleno de coloridos bordados requiere de un conocimiento de tecnología ancestral.

Santa María Huazolotitlán, un pueblo ubicado en la costa oaxaqueña, es el hogar de mujeres mixtecas poseedoras de un conocimiento ancestral que permite convertir la cosecha de algodón en huipiles llenos de simbolismos indígenas, ellas son expertas en una tecnología que involucra al cuerpo, la identidad y los recursos de la tierra.

Dueñas de un saber que va más allá del tiempo, las Estrellas de Huazolotitlán son representadas por Yuli y María Gloría, dos mujeres que conocen la importancia de sembrar, hilar, tejer y bordar con otras. Al igual que todas las integrantes del colectivo, ellas aprendieron a usar las herramientas gracias a sus ancestras y piensan seguir compartiendo ese conocimiento.

CAPÍTULO 2: LA REVOLUCIÓN SE HACE EN BICI

Una vida libre, autónoma y de constante autoconocimiento, eso representa la tecnología de la bicicleta para las mujeres.

La bicicleta es mucho más que un vehículo o una herramienta, es una tecnología que las mujeres aprendimos a reconocer. No es sólo un manubrio, una llanta, un cuadro y una taza; es una máquina que puede ser una extensión de nuestro cuerpo, la bicla -como muchas le llamamos- se echa a andar gracias a las prácticas y saberes que incorporamos en nuestros cuerpos mientras la montamos.

Libertad, autonomía, autoconfianza, diversión, rebeldía, comunidad, aprendizajes y conocimiento compartido; esto es lo que encontraron en la bicicleta dos colectivas de Guadalajara, Jalisco, y una genia constructora de cuadros de bici en la Ciudad de México. Femibici GDL, Rila Libre Fem, y Eli de Bicla tienen el sueño de que cada vez más mujeres, jóvenes y niñas, pierdan el miedo a rodar, que sepan ajustar los frenos o cambiar las llantas ponchadas, e incluso que sean constructoras de su propia cleta

CAPÍTULO 3: BRUJERÍA HACKER

Brujas y hackers. ¿Las peores de las pesadillas? Espera amiga, toca decidir el color de la píldora ¿roja o azul?, te preguntarían si estuvieras a punto de fugarte de la Matrix.

Una persona hacker extrae técnicas del interior del sistema tecnológico para liberarlas, dice el Comité Invisible en su texto Fuck off Google. Podemos dejar de ser “esclavos de la tecnología”, si dejamos de ver a nuestros bichitos tecnológicos como cajas negras y a nosotros como “inocentes usuarios”. Tener una perspectiva hacker del mundo, sostienen, es reconectar con la consciencia de que sí, podemos hacer, de que podemos intervenir.

Como las brujas, sobre las personas hackers se ha elaborado toda una imaginación estigmatizante. Dice Irene Soria, feminista y activista del movimiento de la cultura libre, que ya hacia finales de la década de los ochenta esa imagen del hacker como intruso y que fue creada por los medios, era ya inevitable.

Como ella, quienes exploran los orígenes de la figura hacker, regresan al MIT en la década de los setentas y ochentas, y en particular a “The jargon files”, que podría llamarse el primer diccionario hacker, que fue publicado entonces y aún sigue en línea, y que de acuerdo a la traducción de la investigadora hackfeminista Fernanda Briones, define a la persona hacker como alguien que disfruta explorando los detalles de los sistemas de programación, o que programa con entusiasmo (incluso obsesivamente), o quien disfruta el desafío intelectual de superar límites creativamente.

Imagen: Ilustración de la serie Tecnolovers, por Luchadoras.

Este artículo fue publicado originalmente en GenderIT.org.