Cuando el 19 de marzo pasado el presidente Alberto Fernández declaró la así llamada cuarentena, de un día para otro el desafío pasó a ser encontrar recursos para resolver las necesidades de la vida cotidiana puertas adentro. El trabajo, la educación, los trámites, el entretenimiento. Sumado a la necesidad de comer, la higiene y la salud.
Temas recurrentes pasaron a ser la educación virtual, a través de qué plataforma, con qué aparatos, si el celular, la computadora, alguna tablet (si los hay), modos y consejos para el teletrabajo (si lo hay), o los trámites a resolver desde internet (si la hay). Mientras una agenda incluía la noticia de la baja de calidad en la transmisión de Netflix, por el aumento súbito de uso, había otra agenda que nombraba las brechas digitales que hoy todo lo impiden. Brechas, que hoy más que nunca trazan la línea entre lo que se puede y no se puede.
Circulan por estos días además estadísticas que miden estas brechas haciendo foco en diferentes aspectos. Un informe reciente del INDEC con datos del cuarto trimestre de 2019 señala que, en Argentina, 84 de cada 100 personas emplean teléfono celular y 80 de cada 100 utilizan internet, mientras que solo el 60 por ciento tiene acceso a una computadora. También en la provincia difundieron números que dicen que 30 por ciento de los hogares santafesinos no tiene acceso a internet (alrededor de 334.000) y que solo un 18 por ciento accede a una conexión de calidad. Este informe señala además que dentro de esta generalidad provincial hay dentro de las grandes ciudades zonas que no tienen ningún tipo de conectividad. En lo educativo también hay números que asombran: solo el 28 por ciento de las escuelas tiene una conexión a internet para uso pedagógico, es decir una internet que permite utilizar videos e interactuar, dato que jerarquiza la virtualidad desarrollado por las y los docentes que en breve desplegaron estrategias que están sosteniendo la educación de toda la población. También hay informes que hacen foco en la calidad y los costos. Por ejemplo un estudio señala que mientras en América Latina una conexión fija de calidad implica alrededor de un 5% de un salario medio, el mismo servicio en otros continentes como Europa representa el 1% de un salario.
Internet fue declarada como derecho humano en 2011 por Naciones Unidas, para impulsar que los gobiernos se ocupen de garantizar el acceso para toda la población ya que en ella descansan otros derechos fundamentales que se deben garantizar. En Argentina ya existía desde 1997 el decreto 554/97 que declaraba el acceso a internet de interés nacional, norma que luego fue incluida en la ley Argentina Conectada. De allí en más ha habido políticas públicas que promovieron la extensión de internet y el acceso a las tecnologías digitales con más o menor éxito: planes de conectividad, de ampliación de la red de fibra óptica, programas de alfabetización digital, de formación de docentes, de inclusión de la tecnología en el aula. El programa Conectar Igualdad fue de lo mejor que tuvimos, hasta que fue destructivamente desmantelado.
Mientras tanto, acá nomás, numerosos barrios no cuentan con los servicios y recursos de conexión mínimos para resolver necesidades cotidianas o los que tienen son bajos, tenues, de mala calidad, caros y restringidos a determinados usos.
Si bien es una falta que se venía señalando, en este contexto del aislamiento social preventivo y obligatorio se hace más evidente. Y son estos territorios los que, hoy más que nunca necesitan estas herramienta para resolver otros accesos que ya venían siendo de acceso restringido y que involucran también derechos esenciales como son la salud, el trabajo, la educación y también la información y la comunicación, recursos para transformar realidades donde el acceso, también a internet, sigue brillando por su ausencia.
El barrio Los Pumitas, con el Centro Cultural Qadhuoqte como una de las referencias de la comunidad Qom, la Escuela ÉTICA en el barrio Nuevo Alberdi, experiencia pedagógica llevada adelante por el Movimiento Giros y que se trata de la primera escuela de gestión social de la provincia de Santa Fe, y Poriajhú, organización referencia del barrio Copello en Capitán Bermúdez son espacios que trabajan diariamente por atender las necesidades de sus comunidades y que hoy afrontan con distintas estrategias los desafíos de este presente, conociendo las herramientas digitales con que cuentan pero también señalando aquello a lo que no están pudiendo acceder y que mejorarías sus realidades. ¿Cómo se vive hoy en estas comunidades la posibilidad e imposibilidad de acceder a internet?
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