Cuando Leila Hassanin de ArabDev se dispuso por primera vez a investigar sobre TIC y sustentabilidad medioambiental para el proyecto GreeningIT de APC, comprendió enseguida la verdadera amplitud del tema. En particular, no había anticipado un importante problema: la basura electrónica. El problema de los desechos procedentes de las computadoras, los teléfonos celulares, las impresoras y otros artículos de la industria tecnológica asomó en los últimos años y el asunto es que no hay datos firmes que demuestren la magnitud del problema y, sin ellos, no pueden generarse soluciones. ¿Entonces cómo resolver un problema que oficialmente no existe?
Basura electrónica – una preocupación creciente
La tecnología está cumpliendo un papel cada vez mayor en la vida diaria de quienes viven en Egipto. Según los últimos estudios, el número de usuarios/as de internet subió de 9,7 millones en junio de 2008 a 13,5 millones en junio de 2009, con un incremento de 39,2%1. El número de usuarios/as de teléfonos celulares también subió significativamente de 32,7 millones en junio de 2008 a 48,3 millones en junio de 2009, con un incremento de 47,7%. Hoy el número de usuarios/as es indudablemente mucho más alto.
Pero a pesar de tratarse de un país tecnológicamente tan de punta, no existe mucha conciencia de los temas emergentes relacionados con la tecnología y la basura electrónica. “Los distintos actores saben que este es un tema en aumento y están tratando de abordarlo antes que sea un problema demasiado grande e inmanejable”, dijo Hassanin a APC en una entrevista. Según la investigadora, hay algunos obstáculos principales para avanzar en las políticas sobre la basura electrónica.
¿Dónde están los datos?
Si bien la gente sabe de la existencia del problema de la basura electrónica, nadie conoce su magnitud. Por lo tanto, nadie sabe cómo abordar el tema. “Como no hay muchos datos cuantitativos disponibles, es imposible conocer la magnitud del problema, cómo abordarlo ni por dónde empezar”, dice Hassanin. Esto significa que el problema no puede presentarse formalmente y, si el problema no puede presentarse formalmente, no pueden darse pasos formales para erradicarlo. “Todos y todas entienden que es un problema pero es imposible tomar ningún tipo de iniciativa política relacionada con el mismo – entonces, el primer desafío es definir realmente el problema”, sostiene Hassanin.
En este sentido, tampoco sabemos qué se está haciendo para paliar la basura electrónica ni en qué medida se está reutilizando o reciclando la tecnología. Egipto tiene un mercado de telefonía celular muy prominente y seguramente hay demanda de dispositivos celulares en el mercado negro, por ejemplo. “Pero no hay información sobre qué componentes efectúan ese cambio de situación ¿Cuándo se vuelven obsoletos? ¿Cuándo pueden ser reutilizados? ¿Qué pasa con ellos una vez que se vuelven obsoletos?” pregunta Hassanin. Tener una idea sobre lo que está pasando ayudará a formular políticas sobre basura electrónica de las TIC y a saber cómo manejar este asunto de un modo sustentable.
Hassanin también señala que, así y todo, los componentes obsoletos que se tiran a la basura no son el único problema relacionado con la basura electrónica. De hecho, algunos componentes supuestamente reutilizables nunca llegan realmente a sus destinatarios a causa de ciertas leyes de propiedad. “Muchas empresas no pueden entregar sus computadoras en desuso para que se reutilicen, por las leyes de privacidad. No quieren entregar la información que está en la computadora en un momento dado, aunque hay programas que permiten resolver eso”.
Introducir el tema de la basura electrónica en las políticas existentes
A diferencia de otros países estudiados (como India), en Egipto la basura electrónica no está contemplada dentro de los residuos peligrosos porque esta categoría apunta específicamente a las industrias que producen y manufacturan cierto tipo de mercadería, como refrigeradores. Como no hay una industria así en Egipto – las piezas de computadoras son importadas y ensambladas en Egipto – la basura electrónica no puede entrar en la categoría de residuos peligrosos. Hassanin considera que “en realidad, sería beneficioso para el problema de la basura electrónica que se lo englobe dentro de los residuos peligrosos, porque así al menos “existirá”, podrá tratarse como tema y desarrollarse políticas en relación a él”. Es decir que la basura electrónica existe en una tierra de nadie y por eso no se hace nada al respecto.
En todo caso, la basura electrónica se considera, de hecho, basura del consumo. La ley está más orientada a establecer reglas de producción que a su manejo una vez que es obsoleta. De modo que la basura termina en manos de los/as clasificadores/as de basura o recicladores/as informales.
En este punto, crear incentivos formales a través de las políticas puede hacer una gran diferencia. En general no existen incentivos para que usuarios y usuarias devuelvan sus bienes usados a algún lugar pero esto puede cambiar con un poco más de conciencia y elaborando una política oficial.
Pero una vez más, son necesarios los datos cuantitativos para demostrar a quienes hacen las políticas, antes que nada, la necesidad de abordar este tema.
La colaboración es clave
Mientras no se elabore una política que apunte específicamente a la basura electrónica, el Ministerio de Tecnología de las Comunicaciones y la Información no puede hacer mucho por sí solo. Si bien es un ministerio eficiente y progresista, no tiene la capacidad legal ni el presupuesto para hacerlo.
Sin embargo, el Ministerio de Medio Ambiente sí tiene el poder para efectuar un cambio y está tratando de aprobar una política sobre basura electrónica. Por eso, ambos ministerios juntos tienen que ser capaces de proponer el marco regulatorio necesario, siempre y cuando puedan contar con datos cuantitativos. Según Hassanin, la sociedad civil, el gobierno y otros actores están en conocimiento de esto, así que esos datos no deberán tardar más de uno o dos años en publicarse.
Sin embargo, debe señalarse que establecer el marco y la política en sí es una cosa e implementarla será otra historia.
Este artículo fue escrito para la iniciativa GreeningIT de APC [en inglés] y se basa en el informe de Arabdev y el informe 2010 del Global Information Society Watch para Egipto [en inglés]
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