El acceso a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) afecta tanto a hombres como amujeres que viven en áreas alejadas. Los gobiernos y el sector de las telecomunicaciones no priorizan la infraestructura en áreas rurales porque por lo general la población es pobre y está dispersa. Los esfuerzos por desplegar infraestructura y capacitación se concentran en las zonas urbanas donde la población está más concentrada y las ganancias son más seguras e inmediatas. De todas maneras, para las mujeres que viven en zonas rurales el acceso a las TIC significa superar primero múltiples barreras que se relacionan no sólo con su ubicación geográfica, sino también con el género.
Las mujeres cumplen un papel central en la economía agrícola, lo que significa que sus horas de trabajo son largas y les dejan poco tiempo para aprender cómo usar las nuevas tecnologías. Las mujeres no pueden migrar con tanta facilidad como los hombres a pueblos y ciudades donde hay más acceso a la capacitación e nuevas tecnologías. Además de la producción agrícola, sobre las mujeres recaen, más que sobre los hombres, las responsabilidades añadidas de cuidar a los niños y niñas y a las personas mayores. En muchas comunidades, las tradiciones locales hacen que no se vea con buenos ojos que las mujeres visiten puntos de acceso públicos, porque son frecuentados por hombres o porque a las mujeres no se les permite salir de la casa sin la compañía de hombres.
Por lo general las niñas y las mujeres tienen niveles de educación y de alfabetización menores y no se las alienta a seguir estudios, menos aún en el campo tecnológico. En la mayoría de las zonas rurales, las mujeres tienen mucho menos poder económico y político que los hombres. Los diversos componentes de las TIC – software, teclados, información en línea y materiales de capacitación – no están disponibles en las lenguas locales. Y muchos aspectos de las nuevas tecnologías no son culturalmente intuitivos. Incluso las radios (y de manera creciente los teléfonos móviles), tal vez los aparatos de comunicación más extendidos en muchas zonas rurales, no suelen resultar accesibles para las mujeres. Los hombres controlan el dial y suelen ser los dueños de la radio y también del teléfono móvil.
Todo esto da como resultado múltiples e importantes barreras que limitan y reducen las posibilidades de que las mujeres rurales aprovechen las nuevas tecnologías y accedan a información vital que suele compartirse mediante TIC: información que podría impactar en la mejora de la producción agrícola, la fluctuación de los precios de mercado, pensiones y subsidios alimenticios, noticias sobre cambios políticos que podrían afectar sus vidas, así como servicios de salud y apoyo. Las desigualdades geográficas y de género de la conectividad priva a muchas mujeres rurales, más que a los hombres, del derecho universal y fundamental de comunicarse.
Los programas de desarrollo dirigidos a la agricultura y la seguridad alimentaria han comprendido hace tiempo que la centralización de las TIC agrega un enorme potencial para mejorar los medios de subsistencia rurales. También han reconocido que un abordaje sensible al género en el diseño e implementación de las iniciativas resulta fundamental para su éxito. La vida de hombres y mujeres rurales puede mejorar con el acceso a las tecnologías. Al demostrar en formas tangibles la gran contribución de las mujeres a la agricultura y a los ingresos en el hogar y al incrementar positivamente esos ingresos, las relaciones de género mejoran y el rol de las mujeres en las comunidades recibe una valoración mayor.
Jennifer Radloff es activista por los derechos de las mujeres y de la comunicación y vive en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Ha trabajado con APC durante diez años, coordinando la red APC-Mujeres-África de APC. Coordina el proyecto GenARDIS para APC.
Este artículo es un fragmento de la publicación GenARDIS 2002-2010: pequeños fondos que lograron grandes cambios para las mujeres agrícolas, que recoge el trabajo de los proyectos financiados por GenARDIS en sus diferentes ediciones y evalúa el impacto que tuvieron los fondos en las vidas de hombres y mujeres.