En los últimos años, como un asunto técnico y asociado al tráfico de internet y el mercado de ancho de banda, se detectó un problema que afectaba la calidad de las comunicaciones en los países sudamericanos: el extenso recorrido que la mayor parte del tráfico de internet debía hacer fuera de la región antes de volver a ella, aun cuando se tratara de comunicaciones locales.
Las redes troncales – o conexiones principales que suelen unir las distintas redes ramificadas de América Latina – y los proveedores globales de servicio de internet se encuentran situados principalmente en Estados Unidos, lo que significó inicialmente que la información local, nacional e internacional que circulaba en los países latinoamericanos por medio de internet debía pasar indistintamente por estas redes troncales para luego retornar a su lugar destino. Esta condición suponía un aumento del tiempo de recuperación de datos, pérdidas de paquetes de información y, por supuesto, aumento de costos para los usuarios finales en el uso de internet, puesto que para todo tipo de tráfico debía contratarse a los proveedores internacionales. Esto significaba un obstáculo para el crecimiento del sector en América Latina.
Para resolver tales deficiencias, se apuntó a proponer la creación de puntos de acceso a la red conocidos por sus siglas en inglés como NAP (Network Access Point) o IXP (Internet Exchange Point). La solución se concentraba en mejorar el tráfico de datos de internet en determinadas zonas geográficas (país, región) para evitar la utilización de canales foráneos, cuando no se requiriera salida internacional.
Ha sido una constante suponer que la existencia de los NAP (nacionales y regionales) repercute no solo en mejorar la calidad del acceso a internet en los países de Latinoamérica, en términos de velocidad y conexión, sino que además contribuye a reducir los costos del servicio al evitarse la erogación de divisas a operadores internacionales, por la conexión.
Venezuela ha sido uno de los pocos países que no ha logrado concretar la creación de un NAP. La academia, el sector privado y el Estado han promovido sin éxito, en contextos diferentes, puntos comunes de conexión a internet; las razones para impulsar un NAP han variado en el tiempo: necesidades científicas, económicas, independencia tecnológica y soberanía.
Mucho más recientemente, la nueva idea de creación de un NAP impulsada por el Estado se salpica del difícil ambiente de polarización política en Venezuela. La desconfianza, las prioridades, las relaciones de poder y el temor a un excesivo control por parte del Estado estancan la negociación para la creación de un NAP. En medio de un país con grandes dificultades para los acuerdos políticos, no hay claridad acerca de las posibilidades de éxito que más recientemente acompañan la propuesta del Estado en torno al tema.
No obstante, los esfuerzos para la creación de un NAP, no exitosos en Venezuela durante toda una década, permiten preguntarse si los cambios tecnológicos no estarán generando opciones que atienden a los objetivos iniciales cuando se pensaba en un NAP: eficiencia y mejores precios al usuario final. Gracias a la emergencia de tecnologías, combinación de servicios y baja en los precios internacionales de conexión, es probable que la creación de un NAP a estas alturas vaya perdiendo vigencia en aquellos primeros términos.
El resurgimiento de la idea del NAP en Venezuela, impulsado por el gobierno, con una concepción estratégica del sector complica las negociaciones con nuevos matices. Surge una nueva relación del Estado frente al sector de telecomunicaciones, ya no solo desde el punto vista económico, sino también político. En la última década, internet ha adquirido gran fuerza y su capacidad de incidencia en los diversos sectores de la sociedad la erige como un poder en este nuevo siglo. En el camino, tanto gobierno como sociedad, en su compleja interrelación, ponen sus cartas sobre la mesa para ofrecer y presionar, de acuerdo a las difíciles expectativas experimentadas en este siglo XXI. Nuevos ambientes, nuevas formas de negociación.
Foto: crecimiento orgánico de internet y sus sub-redes, de jurvetson. Licencia: Creative Commons 2.0.
Este artículo se basó en una investigación de Ysabel Briceño producida en el marco de CILAC, un proyecto del programa de políticas en América Latina de APC. Forma parte de una serie de cinco investigaciones sobre la reforma de las telecomunicaciones y el acceso a la banda ancha en América Latina.