Cuando comencé a escribir me dijeron que esto era lo normal. Internet es así. Y si quieres escribir en público sobre temas públicos así reacciona la gente que “está muy loca”. Incluso que estos insultos son un indicador de éxito de las columnas. Sin duda, para hacer opinión, se necesita una piel dura. Si todo el mundo está de acuerdo con lo que dices, pues algo estás haciendo mal. Así que, en tiempos de internet, cuando los lectores contestan, las peleas son más que esperadas. Además, a mí me encanta debatir, es lo que más me apasiona en la vida. Me gusta esa gimnasia socrática y creo sinceramente que el lugar natural para un filósofo en el mundo contemporáneo es el periodismo de opinión. Pero me gusta debatir en condiciones de igualdad, ni siquiera de respeto, de igualdad. El problema es que mis colegas columnistas hombres pelean para discutir sus argumentos. Nadie les saca a la esposa, no buscan a sus mamás ni a nadie de sus familias. No intentan desprestigiar su moral sexual, no hablan de su apariencia. Sé, además, que mis colegas columnistas mujeres, blogueras, periodistas, tuiteras, se enfrentan a lo mismo que yo, si no peor.
Un ejemplo de la prensa mexicana, en donde hay muchísimos periodistas con opiniones radicales con las que podemos estar de acuerdo o no, es lo que sucede con una periodista mujer, como Sanjuana Martínez, que cuando habla, resulta que es una loca, histérica, extremista, como quien dice, la mismísima Medea. Pero cuando un periodista hombre hombre habla, y dice algo equivalente, le dicen que está “enajenado por la ideología”. También me dijeron el otro día que “hay muchas periodistas mediocres que se escudan con que son ataques de género”. Resulta que también hay muchos periodistas hombres mediocres, los hay de sobra, y yo no los veo defendiendo a capa y espada sus pendejadas en Twitter. A las mujeres nos piden miles de “certificados de calidad” para poder hablar, mientras los hombres, simplemente hablan. He tenido miles de conversaciones sobre cómo manejar a un acosador que envía mensajes por el interno, de esos que de un día para otro le dan like a todas tus fotos de 2010. A otras colegas les han hecho doxxing (revelar sus datos personales, donde viven y cómo encontrarlas). Todas somos brujas, amas de casa, locas, histéricas, desesperadas, emocionales. Me repito todos los días que lo que me dicen a mí no es nada, que muchas mujeres lo tienen mucho peor. Y es verdad.
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