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La telefonía móvil puede ser la puerta de acceso a la sociedad de la información para las poblaciones de menores recursos y para las regiones de menor desarrollo. Algunos factores estructurales ayudan: los teléfonos móviles no requieren electricidad ni una capacitación especial para su uso, y los costos de conectividad son mucho más bajos que los de la telefonía fija. Estudios recientes estiman que una red de telefonía móvil puede costar 50% menos por conexión que las líneas fijas, y puede instalarse con una rapidez considerablemente mayor . A esto se agrega que pueden llegar a áreas remotas con mayor facilidad.

Por otra parte, el número de suscriptores crece a ritmos acelerados. La tenencia de teléfonos móviles se ha prácticamente triplicado en los países en vías de desarrollo entre 2002 y 2006, según el Informe sobre Economía de la Información 2007-2008 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo . Pese a este crecimiento explosivo, las diferencias se mantienen: en 2006, el 53,5% de la población latinoamericana tenía celular, frente a un 20% de África, mientras que en Europa había más de un celular por habitante.

La mayor parte de la información producida en torno al vínculo entre celulares y desarrollo se centra en África, donde los teléfonos celulares han alcanzado una relevancia central en los intercambios comerciales, constituyéndose en la tecnología de información y comunicación (TIC) más utilizada para comunicarse con clientes y recibir cotizaciones, así como para alertar a las personas desempleadas sobre ofertas laborales.

La experiencia latinoamericana

Según una investigación sobre teléfonos celulares y pobreza digital en América Latina [Telefonía móvil y pobreza digital en América Latina. ¿Puede la expansión de los teléfonos celulares reducir la pobreza?, de Carla Marisa Bonina y Martín Rivero Illa], la distribución de la telefonía móvil es más equitativa que la fija. “Dado un mismo nivel de pobreza, la penetración de la telefonía móvil es sensiblemente superior a la de la telefonía fija”, destacó uno de los investigadores, Martín Rivero, en diálogo con APC. No obstante, el informe concluye que el crecimiento en el acceso a la telefonía celular no se ha visto acompañado por una reducción en los niveles de pobreza.

Los factores culturales y la definición de políticas públicas juegan un rol importante. Un estudio realizado en Brasil llama la atención sobre el hecho de que el 43% de los municipios de ese país no cuentan con servicio de telefonía celular, sobre todo los más pobres (Norte y Nordeste), debido a que los contratos de privatización de la telefonía móvil no previeron cláusulas de universalización. En la década de los noventa, hubo proyectos para aumentar la penetración de los teléfonos móviles en El Salvador y Venezuela, financiados por el Banco Mundial, que suponían un vínculo entre telefonía móvil y desarrollo.

Celulares y salud

Actualmente en Argentina y Colombia se está desarrollando el proyecto Plataforma para la E-Salud en Código Abierto. La iniciativa tiene por objetivo fortalecer la atención primaria en salud de las poblaciones vulnerables a través de la incorporación de software de código abierto en la gestión de salud. Por otra parte, busca garantizar el acceso a información médica imprescindible a través de dispositivos móviles. En un comienzo se trabajará prioritariamente en cuatro áreas: salud infantil, salud materna, manejo clínico del paciente adulto y aplicación de prácticas preventivas clínicas.

El proyecto recién se comenzó a implementar y aún no se incorporaron al estudio los teléfonos celulares, ya que los responsables están en negociaciones con las empresas de telefonía móvil. Jorge Insúa, investigador por la Universidad Austral de Argentina, dijo a APC que el proyecto parte de la base de que la utilización de este tipo de tecnologías permite mejorar el acceso a la información y por lo tanto “la accesibilidad a la salud, reducida en los pobres por barreras geográficas, temporales y financieras; la continuidad de la atención; la seguridad de las intervenciones de salud; y la calidad de la atención”.

El Estado también

En Uruguay, el Ministerio de Salud Pública también consideró el factor de accesibilidad de los teléfonos móviles para la implementación de sus campañas. En los últimos dos años, se realizó una campaña de prevención del dengue, instando a la población a no dejar recipientes con agua; otra para la vacunación de la gripe, y una tercera que promovió el uso del preservativo para prevenir el Sida. “Dada la accesibilidad y la extensión de la telefonía celular, el envío de mensajes de texto nos pareció un instrumento de utilidad como recordatorio”, explicó a APC el director general de Salud del ministerio, Jorge Basso. Si bien no se cuenta con instrumentos para evaluar el impacto de la iniciativa, Basso estimó que tal vez “haya sido útil en algunos casos y en otros haya molestado”, y afirmó que el ministerio “trata de no abusar y utilizar con criterios el instrumento”, porque de otra forma “perdería su impacto”.

Otras experiencias se relacionan con el combate a la discriminación. Un proyecto de comunicación audiovisual celular para colectivos sin presencia activa en los medios de comunicación (www.zexe.net) permite a los taxistas de Ciudad de México, que habitualmente no tienen oportunidad de revertir la imagen negativa y muchas veces discriminadora que construyen sobre ellos los medios masivos, utilizar los celulares para difundir sus historias de vida y su visión, enviando fotos y comentarios a una página en internet. El mismo sitio alberga historias de los migrantes nicaragüenses en San José de Costa Rica, construidas mediante sus teléfonos móviles. Esta iniciativa y otras se pueden conocer a través de www.shareideas.org, una comunidad online para compartir formas de uso de la comunicación móvil para el desarrollo social y ambiental.

En suma, autoridades gubernamentales, organizaciones sociales y colectivos consideran a los teléfonos celulares como una herramienta de comunicación relevante en función de su accesibilidad y bajo costo, y comienzan a implementarlas con objetivos de desarrollo y reducción de la pobreza, pero la evidencia es todavía muy incipiente como para afirmar que han tenido éxito.