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Photo de thematthewknot, usada con licencia CC BY 2.0

Uno de los proyectos más destacados de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) es el Monitor mundial sobre la sociedad de la información (MMSI o GISWatch, por su sigla en inglés), que este año se ha dedicado a redes comunitarias. Como parte de una colaboración entre APC y Rising Voices (RV), un proyecto de Global Voices, RV ha publicado versiones de los informes del Monitor para destacar las diversas redes comunitarias alrededor del mundo. Esta es la traducción de una versión del informe de país sobre Australia escrito por Andrew Garton, publicado originalmente en inglés en el sitio web de GISWatch.

Gracias a Rising Voices y a Paulina Grasso por la traducción.

Era una tarde de invierno de jueves en Melbourne. Unas 30 personas habían caminado desde las paradas de tranvía cercanas o pedaleado a través de la ciudad hacia el depósito de dos pisos Toy Satellite en North Fitzroy. Algunos usaban Netstumbler para encontrarnos, con sus rostros iluminados debido a las computadoras portátiles abiertas. Enviamos por correo electrónico las coordenadas de GPS y el nombre o SSID de nuestro centro de conexiones inalámbrico, que en ese momento estaba abierto y era gratuito. Los más intrépidos usarían la fuerte señal de nuestra red para acceder a la puerta principal. Era el 11 de julio de 2002 y todos se reunían para el lanzamiento de TS Wireless, proyecto conjunto con el emprendimiento londinense Free2Air, red inalámbrica comunitaria libre. El plan era transmitir música sin regalías producida por artistas locales las 24 horas del día a cualquier persona que se encontrase a tres kilómetros a la redonda. Nos tomó unas 48 horas para que un ataque cibernético afectara nuestros servidores y toda la operación se detuviera. ¡Pero empezó muy bien!

Al principio, compartimos

En un comienzo, el sistema de tablón de anuncios o Bulletin Board Systems (BBS, por sus siglas en inglés) era la computadora accesible de forma pública más nueva, la primera que se puso en línea en Chicago, Estados Unidos, el 16 de febrero de 1978. El sistema de tablón de anuncios computarizado o Computerized Bulletin Board System (CBBS, por sus siglas en inglés) se basaba en software que habían escrito Ward Christensen y Randy Suess, considerados los padres de las redes de acceso público. El precursor de internet, ARPANET, todavía estaba en pañales. Las personas llamaban para comunicarse con computadoras BBS, intercambiaban software, documentos y gráficos. Las tasas de información eran bajas en ese entonces, por lo general, de 300 caracteres por segundo, y los módems eran dispositivos conocidos como “acopladores acústicos”, que eran montados a los aparatos telefónicos: el auricular recibía la información mientras que el micrófono la enviaba.

Los BBS individuales eran el equivalente primitivo de un sitio web, cada uno hacía su aporte a comunidades con intereses comunes. Tal vez el primer estilo de red BBS establecido para los artistas fue ARTEX de Robert Adrian X, que consistía en una casilla de correo electrónica para compartir ideas y organizar trabajos de arte telemáticos intercontinentales. Adrian X es un canadiense que pasó toda su vida adulta en Viena y ha sido pionero de prácticas artísticas políticamente cargadas dentro de las redes electrónicas y de difusión. ARTEX fue el antecesor de la idea de “guardar y compartir”, el potencial de compartir y copiar en el futuro de internet. De alguna manera, fue el precursor del hoy tan común Dropbox, utilidad de almacenamiento en micronube cuando las nubes todavía eran algo que solamente se veían en el cielo. Por si fuera poco, era barato: los artistas pagaban algunos centavos diarios para guardar información.

Hacia la década de 1990, internet ya estaba establecida y los artistas ya no solo querían compartir: los estaban descubriendo. En mi opinión, cada vez más personas comenzaron a buscar música más allá de las radios y las tiendas de música. Había una gran variedad disponible si sabías dónde buscar. El alcance global de internet hacía mucho más sencilla la tarea de compartir mucha más música de la que nadie podría escuchar, y mucho más de la que antes se hubiera escuchado en la radio o encontrado en las tiendas de música. Considero que el problema no era la piratería que en el futuro afectaría a la industria musical, sino la diversidad. Había tanta música con mayor diversidad y una cantidad de artistas nuevos que aparecían en línea de una forma nunca antes vista y que tampoco se volvió a ver en esas listas de la industria que presentan a los cien artistas más populares del día, una razón por la que las regalías no solo estaban dispersas sino que eran un hecho.

Vimos una oportunidad. ¿Cómo podíamos compartir toda esta música producida de forma independiente a personas que no sabían en qué lugar buscarla? ¿Cómo podía hacerse de forma legal y que todos pudieran acceder sin costo alguno? En cuanto publicamos un libro blanco en el que explicábamos qué era TS Wireless, encontramos un socio en el alojamiento de red inalámbrica londinense Free2Air. Estaban entusiasmados con nuestro proyecto, por lo que prepararon una antena y varios metros de cable especializado para enviárnoslo. Las cosas se movían rápidamente. Ahora teníamos que encontrar un servidor, técnico especializado para que hiciera la instalación y los permisos por para montar una antena en el techo del edificio. No había falta de música para compartir, ni de habilidades para que esto se hiciera realidad y para aprender todo lo que había que aprender. ¡TS Wireless estaba en marcha!

Trasmitiendo música a nivel local

Hacia 2002, la transmisión de audio se había vuelto sencilla, pero con la de video no era igual. No obstante, la transmisión de cualquier cosa a través de una red inalámbrica estaba recién dando sus primeros pasos. Con la ayuda de una red internacional de programadores de software de código abierto y los expertos locales en WiFi, hicimos un intento bueno, decente y exhaustivo. Pero antes de que el servidor comenzara a funcionar, nos encontramos con nuestro primer y más complicado obstáculo.

La agencia de recaudación de regalías

La idea original no era transmitir música ambiental (algo que posteriormente terminamos haciendo), sino que queríamos compartir música producida a nivel local de todas las formas posibles. Además de trabajar con Free2Air, queríamos que el ancho de banda fuera una prioridad comunitaria, no comercial; queríamos conseguir el acceso a música que aún no tuviera público. Queríamos crear una comunidad en línea que pudiera desarrollarse en base a sus propios intereses con la música como si fuera la fogata a cuyo alrededor nos reuníamos. Pero, para lograrlo, debíamos pagar una licencia a la Asociación Australiana de Derechos de Interpretación (APRA, por sus siglas en inglés). Vimos de inmediato otra oportunidad. No así APRA.

Entre el año 2000 y 2001, APRA expandió en nombre de los compositores y autores miembros el alcance de sus licencias para incluir a cualquier espacio en que se escuchara o interpretara música de forma pública. Esta nueva medida alcanzaba a las peluquerías, los cafés y muchos otros espacios de trabajo. APRA notificó hasta a Toy Satellite, y nos instó a pagar una tarifa anual por cualquier música que reprodujéramos en nuestro estudio. Los servicios proveedores de internet (ISP, por sus siglas en inglés) no fueron inmunes a esas tarifas. Cualquier música guardada o trasmitida en línea se consideraba una interpretación pública de esas obras.

Nos pusimos en contacto con APRA y les preguntamos cómo podíamos hacer una lista de la música que se escuchaba a través de TS Wireless para que los artistas recibieran las regalías. Si íbamos a pagar una licencia anual, sin lugar a dudas podríamos enviar una lista para asegurarnos de que todos los artistas locales, sus propios miembros, recibieran las regalías. Nos respondieron que no tenían medios para llevar a cabo este proceso. APRA, una agencia de recaudación de regalías nacional con una recaudación anual de millones, no contaba con los medios para distribuir las regalías a los artistas que ser reproducían en cualquiera de las actividades ni los que se transmitían desde cualquier proveedor de internet, al que también se le cobraba una licencia anual. ¡Vaya! Si ellos no cuentan con los medios, ¿entonces quién? La respuesta era sencilla. Las regalías se distribuían entre los artistas populares del momento porque se asumía que la mayor parte, o toda, la música que se escuchaba sería la música popular; caso contrario, no sería popular. Eso implicaba que los beneficiarios de la mayor parte del dinero obtenido por el pago de licencias era un pequeño grupo de artistas, ya sea que esa música se escuchara en cualquier cafetería local, algo que no ocurría, o se transmitiera a través de TS Wireless, lugar donde definitivamente no ocurría.

Le dimos una oportunidad a APRA

Estábamos preparados para compartir con APRA todas las listas de reproducción de TS Wireless. Hasta nos encargaríamos de crear el software para enviarles la información por correo electrónico en un formato que pudiera importarse en su base de datos u hojas de cálculo. Esas listas de reproducción contarían con todo tipo de metadatos fascinantes, que le permitirían a APRA destinar el porcentaje correspondiente de regalías a todos los artistas locales en nuestro servidor. Es decir, incluir a todos los artistas.

APRA nos respondió que no contaban con los medios para interpretar esa información en resultados significativos para los artistas que se escuchaban de verdad a través de nuestros servidores o en cualquiera de las actividades que podrían ingresar a TS Wireless. Habíamos considerado la posibilidad de agregar una característica por la cual las listas de reproducción personalizadas creadas por los usuarios suscriptos a TS Wiresless pudieran enviarse a APRA. Sin embargo, puesto que APRA no podía utilizar esta información, sin importar en qué formato la recibieran, tuvimos que evaluar nuestras opciones. ¿Cómo proceder con TS Wireless a sabiendas de que la música por la que le pagaríamos a APRA el derecho de transmitir no redundaría en regalías adicionales para los artistas de Melbourne que alojaríamos en nuestra plataforma?

Fue cuando llegamos a esta encrucijada que tomamos la decisión de transmitir exclusivamente música ambiente y generativa por la que APRA no tenía los medios para registrarla puesto que nadie la había “compuesta”, ni contaban con un argumento para reclamar una licencia por reproducción. En resumen, la música que estaba en cambio constante no ocupaba los intereses o los libros de APRA. Nuestras piezas generativas eran obras que nunca sonarían igual dos veces; algunos duraban horas, días y hasta semanas. APRA no contaba con los medios para dar asistencia a esas obras originales, sin importar cómo o quién las compusieran. Aún después de haber comenzado con el proyecto, sabíamos que el público de música ambiente generativa sería limitado. Así y todo, seguimos hacia adelante.

El equipo

En ese momento se encontraba de visita en Australia el español Alberto Escudero-Pascual, con gran experiencia en redes inalámbricas. Contaba con aptitudes técnicas y experiencia en el mundo real, y se encariñó con Melbourne, dijo con frecuencia que era el primer lugar que había visitado en el que nadie le preguntaba de dónde venía. Alberto era en ese entonces un profesor adjunto en el Royal Institute of Technology de Suecia. Se encontraba realizando un doctorado en sistemas masivos de vigilancia electrónica. Alberto sabía algunas cositas. Además, sabía cómo modificar tarjetas de la red Orinocco de forma tal de que pudieran conversar con los sistema operativo Linux.

La experiencia remota vino de la mano del Adam Burns y su bajo perfil, que una vez me dijo que fue a través del estudio de matemáticas avanzadas lo que más lo acercó a Dios. Adam era el fundador de Free2Air y habíamos trabajado juntos en Pegasus Networks, el primer proveedor de internet accesible de forma pública en Australia.

El equipo local incluyó a Justina Curtis, codificadora web por excelencia. Justina escribió la mayor parte de nuestra documentación, codificó la interfaz de usuario y fue anfitriona con una generosidad incondicional durante las muchas noches largas que nos llevó elaborar el proyecto entero. Justina llevó su experiencia en la formación para la educación mediática en función de tecnología de la comunicación y la información, y también en el diseño para la interacción y la accesibilidad. Además, era cofundadora de Toy Satellite. Cualquier proyecto necesita de ese integrante que los aglutine socialmente y Justina jugó ese papel en nuestro equipo.

El encargado del apoyo, de los chistes malos, de proporcionar herramientas administrativas de sistema rigurosas y la capacidad de trabajar por horas y horas enfocados y enteros fue Grant McHerron. Tanto él como Bruce Morrison, su director técnico, estaban decididos a que ningún problema los detuviera. Bruce también había trabajado conmigo en Pegasus Networks y, al igual que Grant, tenía el don de la tolerancia y templanza. Es realmente admirable ver a esas personas que resuelven problemas como si se tratase de rompecabezas, aplicando la teoría del juego en sus deliberaciones. Otro miembro de nuestro equipo era Dennis McGregor, aficionado de Linux. No recuerdo mucho sobre Dennis, solamente que las largas horas que pasamos juntos compilando el proyecto en su totalidad con mucho buen humor y sencillez colaborativa.

Diseño de la red

Era posible acceder a TS Wireless en un radio de tres kilómetros desde nuestra antena omnidireccional de 2.4 GHz, montada en el techo de nuestro estudio en North Fitzroy, Melbourne. Hicimos uso de la capacidad total de la antena, lo que facilitó la cobertura más extensa para la tecnología disponible en ese momento. Sí, obtuvimos el permiso de la agencia correspondiente para acceder a los techos de varias instalaciones. Nos aseguramos de poder proveer a todos los participantes el máximo de propagación en la línea de visión. Esto incluía a los miembros locales de Melbourne Wireless, profesionales de arte (el Melbourne Fringe Festival tenía su oficina cerca), nuestros vecinos y visitantes ocasionales.

La antena se montó en una antena de televisión existente con pinzas en forma de U. Se utilizó cinta eléctrica a prueba de agua para aislar la conexión entre el cable y la antena montada. Se enrollaron 30 metros de cable fuertemente aislado alrededor del perímetro del techo y dentro del edificio a través de una ventana trasera y desde allí se enchufaba directamente a Hermes, nuestro servidor inalámbrico. Hermes administraba también la conexión ADSL con nuestro proveedor de banda ancha, y también contaba con seguridad para el acceso a internet.

Hermes se instaló con una configuración básica de Mandrake Linux. Utilizamos Firewall Builder, aplicación de código abierto, para crear y manejar la seguridad, y un sistema de ventanas X a partir del cual miembros que no fueran del equipo técnico podían ejecutar herramientas de diagnóstico tales como KOrinoco para generar gráficos de intensidad de señal. Se configuró Yurim segundo servidor, para ejecutar el software de música generativa, SSEYO Koan Pro.

Para la transmisión, utilizamos ffserver y FFmpeg, este último por su capacidad para la encriptación sobre la marcha de múltiples formatos a la vez, lo que nos evitaba atarnos a códecs de plataforma o, más bien, sesgados. FFmpeg captura y encripta y luego exporta a ffserver y al archivo o archivos; ffserver luego facilita la transmisión a los clientes que se conectan a través de una red. Debido a los recursos limitados y las demandas arduas de procesamiento del encriptado en formato múltiple, decidimos utilizar el códec MPEG tanto para audio como para video.

Encriptamos dos transmisiones MPEG, uno de calidad alta, y otro de calidad menor para quienes tuvieran un ancho de banda menor. El componente encargado de la encriptación de FFmpeg podía exportar a múltiples destinos, por lo que enviábamos una transmisión a un ffserver local en Suecia y a un disco duro para archivarlo.

Free2Air.org había duplicado las dos transmisiones MPEG –o transmisiones MP2– al ejecutar un cliente a partir de un servidor en Suecia y luego volviéndolo a enviar a un server Icecast en Londres. Un servidor web generaba una página web para los usuarios, que encontrarían un vínculo para una transmisión de audio en vivo, junto con preguntas frecuentes y un formulario de contacto. Era en sí un BBS con un servidor que contaba con software y hardware con internet. Era internet privada. Contaba con todas las características de internet sin el alcance que esta tiene. Era un respaldo útil para nuestro experimento de transmisión a través de una red inalámbrica porque, en ese momento, era ilegal el acceso a internet desde un nodo inalámbrico, es decir, saltear un proveedor comercial de ADSL. La Autoridad Australiana de Comunicación regulaba todas las comunicaciones de radio, incluidas las de la banda 2.4-2.4835 GHz en la que operaba nuestra red.

TS Wireless en el aire

Al momento del lanzamiento, invitamos a los curiosos e interesados para que les escaneen las manos al entrar al edificio. Rápidamente se compiló un video que proyectamos en una de las paredes interiores del estudio Toy Satellite en el momento en que procedíamos a realizar el lanzamiento oficial de TS Wireless. Adam Burns transmitía en vivo desde Londres, nos regalaba su sabiduría, describía el acceso a banda ancha gratuita y segura como un derecho fundamental. Alberto Escudero-Pascual cerró la noche con un sentido llamado a valorar la comunidad como el lugar de las nuevas ideas, eso que el artista Brian Eno describe como “inteligencia cooperativa”.

Una vez que comenzamos a funcionar, en el momento cumbre del proyecto, TS Wireless podía asistir a 50 usuarios a la vez. No tenemos idea quiénes eran esos usuarios. No necesitábamos saberlo; pero sí sabíamos que las transmisiones de audio ocurrían con frecuencia.

Esto fue antes de que aseguráramos nuestros servidores, para tener la certeza de que no tenían capacidad de internet bajo ningún concepto. En un principio, contábamos con conexión a internet a través de un proveedor ADSL local. Esto significaba que podíamos duplicar las transmisiones de audio a partir de servidores en cualquier lugar del mundo. Incluyendo Free2Air. Pero no sé si recuerdan, queridos lectores, que a las 48 horas de nuestro lanzamiento nos habían hackeado. En pocas palabras, alguien sentado en un auto frente al estudio extrajo gigabytes de información a través de nuestra conexión de internet. Esto casi nos lleva a la quiebra. Australia tiene unos de los costos de banda ancha más caros del planeta. Si disminuíamos nuestro límite, algo que tuvimos que hacer luego del lanzamiento, nos cobrarían por cada byte de información que se moviera. Aprendimos que si alguien quiere con ansias ancho de banda, vendrá con todos los medios a su disposición para adueñarse de ella.

Una empresa pequeña propuso una segunda ubicación en un suburbio vecino en el que podíamos probar una operación semicomercial entre los dueños de los negocios. Cada uno había sido contactado por APRA para cobrarles la licencia anual. De esta forma, muchos tenían ganas de ver como los músicos locales se beneficiaban con esa licencia. TS Wireless garantizaba un modelo al que muchos querían subscribirse.

En 2004 fue el lanzamiento de Smith Street Wireless, y una vez más APRA no podía trabajar con nuestras listas de reproducción. Por lo tanto, nadie se subscribiría a Smith Street Wireless si las licencias que pagaban a APRA no se traducirían en regalías para los artistas locales. El emprendimiento Smith Street Wireless estaba acabado.

Reflexiones

No fuimos puente de una brecha digital, no llenamos un vacío de desarrollo ni otorgamos información crítica que no podría haberse obtenido de otra manera. Experimentamos con una idea novedosa para encontrarnos con que nadie estaba particularmente interesado en un servicio de transmisión de música perpetuo. ¡Que, además, era gratuito! Los reproductores portátiles de MP3 eran moneda corriente en ese momento como hoy son los teléfonos inteligentes. La mayoría de las personas que conocíamos estaban contentas de organizar sus reproductores.

Además, no había interés en la metadata que queríamos compartir con las agencias de recaudación de regalías, a pesar de todos los espacios públicos, negocios y lugares que pagaban licencias anuales. Esto dejó a los compositores independientes con menos medios para reclamar las regalías en un mercado que se estaba adaptando a las nuevas tecnologías. Pero sí nos encontramos, como tantas veces anteriores, que la comunidad a la que queríamos nutrir había estado acompañándonos en todo el trayecto.

La comunidad que precedió a la red

Puede que TS Wireless no haya respaldado a la comunidad en línea por más de seis meses, pero había una comunidad a nuestro alrededor, que fue tocada por esta idea loca. Estaba ahí y aún existe, a pesar de que la red de programadores de software, codificadores y diseñadores web, buscadores de redes inalámbricas en automóvil apasionados y aficionados de NetStumbler. Estas son las personas que rara vez vemos, que han creado las redes más experimentales e innovadoras de su época. Hemos trabajado en pueblos aislados en África, el sudeste asiático y la península de Indochina. Capacitamos y aconsejamos a telecentros regionales y rurales en Australia, entre los que se incluye la creación de los primeros sitios web para grupos comunitarios, organizaciones no gubernamentales y pequeñas empresas del interior. Establecimos de nuestro propio bolsillo los medios para que cualquier interesado en aprender sobre redes inalámbricas y como pueden fortalecer el sentido de comunidad, pertenencia, así como también, fomentar la curiosidad e innovación en esos lugares donde a veces puede languidecer. Nuestro experimento pudo haber fracasado en los papeles, pero fue un éxito al reunir a un grupo que compartió una experiencia de la que todos hemos aprendido, cuya onda expansiva aún se siente.

Epílogo

Han pasado 17 años desde el esplendor y la caída de TS Wireless, APRA recolecta las tarifas anuales de los derechos de reproducción por parte de hoteles, bares y tabernas, restaurantes y cafeterías, gimnasios, numerosos espacios de trabajo como consultorios de médicos y dentistas, áreas de recepción de empresas, estaciones de servicio, peluquerías y clubes nocturnos, moteles y otros alojamientos. Tiene licencias especiales para lugares para practicar patinaje sobre hielo, bandas y coros comunitarios, centros de recreación y entretenimiento, escuelas, universidades y centros terciarios, actividades deportivos, autoridades gubernamentales locales, sistemas de transporte, funerarias.

APRA ahora aplica la tecnología de reconocimiento de música descripta como una “huella digital electrónica” que cada obra musical lleva y es contrastada a una base de datos que contiene la metadata de las obras, y “habilita que los autores de cada obra contrastada puedan identificarse y recibir su porcentaje”. No existe aún un mecanismo claro para destinar las regalías de todas las licencias que recolectan, pero cuentan con un término para describir esas tarifas: “distribución por analogía”. Esto significa que las “tarifas de las licencias se agregan a una reserva de distribución existente que es similar en lo que respecta a su contenido musical”. No estoy seguro de entender qué es lo que esto significa, pero sí sé que si mi música se reproduce en la peluquería que frecuento, llamada Frankie God of Hair, voy a recibir un corte decente, pero no voy a ver ni un centavo en regalías.

Lo que queda de TS Wireless es una antena y cables abandonados en un lugar de almacenamiento en Melbourne. Los servidores Hermes y Yuri y todas las estaciones de trabajo inalámbricas fueron llevadas a un centro de reciclaje de electrónicos, los monitores CRT arrojados a un basurero abierto junto con los routers, módems, metros de cable ethernet, teclados, las placas madres de repuesto y las tarjetas de memoria.

No hubo nada impresionante en un cierre así, pero teníamos la tranquilidad de saber que mucho de este equipamiento encontraría un nuevo uso en otro lugar.

Para mayor información sobre las medidas de acción, profundizar la lectura y formas para involucrarse, visita el informe completo disponible en el sitio web de GISWatch.