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La semana pasada describí algunos escenarios sobre internet y el medio ambiente, que será un tema principal en el Foro de Gobernanza de Internet (FGI) de este año. Presidí una sesión sobre este tema en el FGI del Reino Unido este mes.

Esta es la primera vez que se le da importancia al medio ambiente en foros globales de internet como el FGI. Ya era hora de que eso sucediera.

La tecnología digital tiene el potencial de mejorar la eficiencia energética (y otros procesos también), lo que podría contribuir a un futuro con menos emisiones de carbono, pero también es la fuente de consumo de energía de más rápido crecimiento (y, por lo tanto, de las emisiones de carbono en el mundo actual), además de ser una de las fuentes de contaminación de más rápido crecimiento. 

Un rápido repaso

La semana pasada, argumenté que la comunidad digital necesita tomar mucho más seriamente esa yuxtaposición entre lo deseado y lo indeseable, no para compensar riesgos y oportunidades, sino para hacer tres cosas:

  • maximizar el valor potencial de la digitalización en beneficio del medio ambiente

  • mitigar y minimizar los costos ambientales asociados con él medio ambiente;

  • y monitorear lo que está sucediendo de modo que podamos hacer esas otras Ms (maximizar, mitigar, etc.) de manera efectiva.

Entonces, ¿qué implica eso? En el FGI del Reino Unido, sugerí que hay cuatro aspectos que son cruciales.

Entender lo que está sucediendo

Primero, la comprensión es crucial. Como en otros aspectos de la sociedad digital (empleo, gobernanza, derechos, entre otros), la discusión aquí es inadecuada. Los optimistas digitales se vuelven líricos, con el apoyo de consultores de gestión. Los pesimistas ven solo la perdición por delante.

El hecho es que no sabemos lo suficientemente bien qué está sucediendo, por lo que no pensamos en el futuro con la suficiente sofisticación. Necesitamos más evidencia, más análisis y previsión, y menos exageraciones y comentarios sobre los cuatro tipos de impacto que mencioné la semana pasada:

  • efectos directos resultantes de la fabricación de equipos, alimentación de centros de datos, etc.

  • efectos indirectos derivados del uso de nuevas tecnologías, incluido (hoy en día) el uso creciente de Internet de las Cosas, la inteligencia artificial y los procesos de toma de decisiones automatizados y habilitados para internet;

  • efectos sociales resultantes de los cambios que todos estamos haciendo en las vidas que vivimos;

  • y efectos de rebote, que hacen que el consumo de energía aumente a medida que caen la eficiencia y los precios.

Diálogo

El diálogo también es fundamental, sobre todo entre entendidos digitales, legisladores y expertos en medio ambiente.

Demasiadas discusiones sobre los impactos ambientales en foros como el FGI están dominadas por expertos de internet que piensan que conocen los problemas ambientales y están dispuestos a ofrecer lo que ellos llaman "soluciones". Deberían –como hicimos en el FGI de este año– comenzar preguntando a los expertos ambientales qué desafíos ellos/as ven que enfrentamos y luego explorar qué está haciendo el sector digital que es dañino y en qué puede contribuir para abordar los problemas.

Pero lo mismo ocurre con el discurso global sobre cuestiones ambientales. El impacto de la sociedad digital –para bien o para mal– apenas ha figurado en los foros mundiales relacionados con el cambio climático.

Eso es problemático. El cambio climático y la digitalización son dos de los factores principales (agregaría la genética y la geopolítica) que parecen cambiar nuestra forma de vida más que cualquier otro en las próximas dos décadas. La interacción entre ellos es fundamental; hay que pensar en ellos juntos, no separados.

Repensar la gobernanza

En tercer lugar, necesitamos la voluntad de repensar la gobernanza digital.

El sector digital es ahora el sector económico más poderoso. El poder está concentrado en unas pocas corporaciones con alcance e impacto global.

Las decisiones que esas corporaciones tomen hoy definirán nuestro futuro de maneras sobre las que no tenemos ningún control serio. Están ubicadas de manera abrumadora en dos países, Estados Unidos y China, y se les reclama menos responsabilidad que otras industrias poderosas como el petróleo y los productos farmacéuticos (que también tienen sus problemas).

Las nuevas tecnologías con las que trabajan se están desarrollando tan rápido que el impacto de las decisiones que toman puede volverse irreversible antes de que hayamos elaborado marcos de gobernanza para abordarlas.

En parte eso se debe a que esas corporaciones han crecido muy rápido; en parte porque nuestras ideas sobre cómo gobernarlas se han centrado en el potencial más que en el riesgo; en parte porque el control está en manos de muy pocos. Les hemos dado a esos pocos muchos beneficios de la duda, muchos más de los que les hemos permitido a tecnólogos y a empresas de otros sectores. Cuánto mejor estaríamos hoy, me pregunto, si hubiéramos prestado más atención en los primeros días de internet a cuestiones como la ciberseguridad y la privacidad de los datos, en lugar de tener que ponernos al día ahora.

Al igual que su impacto en los derechos, el impacto de internet en el medio ambiente es demasiado importante para el interés público, ahora y en el futuro, como para dejarlo en manos de tecnólogos y de las empresas. Esto importa tanto si el impacto ambiental neto es positivo como si es negativo.

Innovación responsable

Es considerable el valor de hacer las cosas bien con respecto al medio ambiente. Es de interés público y clave para las generaciones futuras, pero también es considerable el riesgo de hacerlas mal. Por eso mi cuarta propuesta es por una innovación más responsable. ¿Qué podría significar eso en la práctica? Daré cuatro ejemplos.

Centros de datos

Primero, el diseño de los centros de datos. Deberíamos aplaudir los esfuerzos que están haciendo las corporaciones de datos para derivar la energía del los centros de datos a partir de energías renovables, pero eso no es suficiente a largo plazo.

El uso de energías renovables en un número creciente de centros de datos en expansión significa que las energías renovables están menos disponibles para otros usuarios. Incluso si todos los centros de datos usaran energías renovables, como la mayoría lo hará dentro de diez años, los volúmenes de datos seguirán creciendo.

Y son solo una parte de la cadena de valor de los datos. Dónde se generan los datos y cómo se transmiten también son partes involucradas. La mejora de la eficiencia en la recopilación, el análisis y la gestión de datos es crucial, así como en los impactos directos de los equipos en ejecución.

Diseño de tecnología y servicios

En segundo lugar, el diseño de tecnología y de servicios. Las consideraciones ambientales, especialmente los requisitos energéticos, deben ser parte integral del desarrollo de estándares para nuevas tecnologías (como 5G y sus sucesores) y en el diseño, desarrollo e implementación de servicios y aplicaciones.

Tenemos un ejemplo obvio del daño ambiental (y comercial) que ocurre cuando los desarrolladores digitales ignoraron esto en el caso de bitcoin: una innovación tan despilfarradora de energía que ya usa más que Suiza, lo que significa que no es escalable ni ambientalmente sustentable. La auditoría ambiental más pequeña habría detectado esto de antemano.

Incluir consideraciones ambientales en el diseño de productos y servicios debería ser la norma y no una idea tardía.

Diseño de dispositivos

En tercer lugar, del mismo modo, el diseño de dispositivos.

La inteligencia artificial y el Internet de las Cosas conducirán a un enorme crecimiento en la cantidad de dispositivos que usamos. El recambio, la rotación de dispositivos, es crucial aquí. Cambiamos nuestros dispositivos digitales con más frecuencia que los otros bienes de los que dependemos. Un auto nuevo puede durarnos diez años (cinco si somos ricos), y luego lo comprará otra persona y lo usará. Es probable que los teléfonos se descarten en tres (dos si somos geek).

Ciclos de vida cortos en los dispositivos significan más consumo de energía y más desperdicios. La inclusión de consideraciones ambientales en el diseño, desarrollo e implementación –con el objetivo de reducir el número de dispositivos que sean más eficientes energéticamente, con más estandarización y colaboración entre proveedores y ciclos de vida más largos del producto– mitigaría los costos ambientales.

Residuos electrónicos

Y cuarto, los residuos electrónicos. La escala de esto ya está más allá de la capacidad de manejo de muchos gobiernos. Los volúmenes están creciendo y crecerán más rápido a medida que proliferen nuevos tipos de equipos. Algunos residuos digitales son tóxicos y solo el 20% (como máximo) se recicla al momento.

Continuar arrojando equipos muertos en los países en desarrollo no debería ser la respuesta de nadie. La industria, los gobiernos y las organizaciones internacionales deben trabajar juntos de manera mucho más eficaz para abordar esto antes de que los desechos digitales de hoy se conviertan en el plástico del futuro.

En conclusión

Esas son cuatro sugerencias sobre lo que se requiere. La semana pasada llamé a abordar estos temas de "ecologización de la sociedad digital", pero quizás eso no sea del todo correcto; en esencia, el objetivo es mitigar los perjuicios asociados con los beneficios que esperamos obtener. No ecologizar entonces, más bien esperar que podamos permanecer en el lado correcto de la sostenibilidad. Hacer eso es menos glamouroso que lanzar un nuevo iPhone cada dos años, pero también es más importante.

Esto se suma, creo, a más llamamientos para que el sector digital entable un diálogo que no sea solo de múltiples partes interesadas, sino de múltiples facetas; escuchar la experiencia en áreas más allá de lo digital antes de ofrecer "soluciones"; reconocer que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y que se debe mirar hacia el futuro además de maximizar los resultados finales.

La semana que viene: seis desafíos para la gobernanza de internet en un mundo que se digitaliza rápidamente.

Imagen: Smartphone, de https://www.maxpixels.net