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¿Quién puede decir que no a un proyecto que promete acceso a internet para todo el mundo? Starlink, una constelación satelital global de órbita terrestre baja (LEO) ocupó muchas portadas este año con el anuncio de nuevos servicios disponibles en una serie de países africanos. La noticia, en general, ha sido muy bien recibida. Finalmente, banda ancha para todo el mundo. Parece la solución tecnológica perfecta que resuelve un desafío previamente irresoluble. Pero no todo es tan bueno como parece. En este artículo, analizo las constelaciones satelitales LEO de venta minorista (directa al consumidor) como Starlink y Project Kuiper y me pregunto si no estaríamos mejor sin ellas. 

Para quienes tenemos acceso a internet, es una maravilla. En lugar de las fake news, el trolling, el doom-scrolling y la autocomplacencia de las redes sociales, se trata de una herramienta magnífica para la comunicación y la colaboración humana. Desde leer trabajos de investigación hasta hablar con colegas de todas partes del mundo: a través de internet tenemos acceso a todo en cuestión de segundos. Es como si el acceso a internet nos diera superpoderes. Podemos andar por  ciudades desconocidas sin perdernos, contemplar el oleaje en una costa distante, o trasladarnos a un aula virtual. Y a medida que aumentan los recursos y los servicios en internet, también lo hacen nuestros superpoderes. 

La desafortunada consecuencia es que quienes no cuentan con un acceso asequible a internet quedan cada vez más relegados/as. Se pierden oportunidades económicas, conexiones sociales y, cada vez más, el acceso a servicios gubernamentales esenciales. Como dice el investigador Kentaro Toyama en The Internet and Inequality (Internet y la desigualdad):

“La tecnología es una herramienta; amplifica las capacidades humanas existentes. Esto significa que en tal caso, la divulgación indiscriminada de la tecnología digital tiende  a agravar las desigualdades. La tecnología ayuda solamente cuando existe una firme intención económica, política y cultural de luchar contra la desigualdad”. 

Esta es una idea poderosa. Si nuestras estrategias y políticas tecnológicas no se dedican directamente a divulgar y distribuir adecuadamente los beneficios de este potencial magnificador, entonces llegamos a lo que tenemos hoy: una concentración masiva de poder económico y tecnológico. Tal vez la conclusión más importante que podamos sacar de esta situación es que las fuerzas del mercado, por sí mismas, no van a darle acceso a internet a todo el mundo. De hecho, lo más probable es que las fuerzas del mercado, por sí solas, sigan aumentando la brecha digital. 

Starlink es una empresa estadounidense, perteneciente a Elon Musk, que se propone ser el mayor proveedor de servicios de internet del mundo gracias a la construcción de una constelación global de miles de satélites que, según su propietario, proveerán banda ancha a todas las personas, sin importar en qué parte del planeta se encuentren. Ya hubo intentos de este tipo. Bill Gates perdió su camisa en los años 90 apostando por una constelación de banda ancha llamada Teledesic. Lanzar una constelación coordinada de satélites que ofrezca banda ancha en todas partes no es una hazaña tecnológica y financiera menor. Pero contra todo pronóstico, Starlink lo ha logrado. En este momento tiene más de cinco mil satélites en órbita y afirma contar con dos millones de abonados/as activos/as. Cuando apareció Starlink, a principios de 2021, hice un pedido y lo utilicé durante casi un año. Tenía que ver por mí mismo si era verdad. A pesar de unos pocos contratiempos, fue impresionante: velocidad de descarga bastante por encima de los 100 Mbps y conexiones de baja latencia hacían que fuera posible hacer videoconferencias, streaming de películas y colaboración en tiempo real. Aún más impresionante fue la facilidad de la configuración. Bastaba con enchufarlo y apuntarlo hacia el cielo (en un espacio despejado). 

En todo el mundo, cuando apareció Starlink, se escuchaba el ruidito alegre de conexiones realizadas con éxito. Hace décadas que trabajo para lograr que regiones del mundo poco pobladas y con bajos ingresos tengan un acceso asequible. Así que, cuando la gente me pedía mi opinión sobre Starlink, ¿cómo no iba a animarles a adoptar esa tecnología que estaba disponible y era asequible? Y así lo hicieron. Los líderes políticos fueron cortejados por Starlink y la adoptaron con entusiasmo. El presidente de Kenia ensalzó su poder transformador en las redes sociales tras una visita a las instalaciones de Starlink en Estados Unidos. El ministro de comunicaciones nigeriano declaró con orgullo que Nigeria «tiene ahora una cobertura de banda ancha de 100%» tras concederle una licencia a Starlink. 

En el continente africano, la única resistencia notable ha sido la del gobierno sudafricano, que insiste en que al menos 30% de Starlink debería ser de propiedad local en manos de personas negras, de mujeres, y de personas con capacidades diversas. Esta política se aplica a cualquier empresa de telecomunicaciones que quiera una licencia para operar en Sudáfrica. El partido opositor y la comunidad tecnológica de Sudáfrica han puesto el grito en el cielo ante la decisión del gobierno de obstaculizar el progreso. Kenia tenía requisitos similares pero Starlink engatusó al gobierno para que renunciara a dichas condiciones. 

Pero, ¿qué es una constelación LEO?

Antes de seguir avanzando, un poco de contexto. Históricamente, los satélites de comunicación se lanzaban de uno en uno, y se posicionaban de forma que permanecían por encima de un punto fijo en la Tierra, operando más lejos en el espacio. Esos son los llamados satélites geoestacionarios (GEO). Más recientemente surgió una nueva categoría de satélites no geoestacionarios (NGSO) que operan en constelaciones más cercanas  la Tierra. Al estar más cerca de nuestro planeta, tienen que volar a mayor velocidad para mantener la órbita. En consecuencia, se requieren muchos satélites (una constelación) para brindar acceso continuo sobre cualquier punto específico de la Tierra. Los satélites NGSO se dividen a su vez en satélites de órbita terrestre media (MEO) y de órbita terrestre baja (LEO). Starlink y Project Kuiper se encuentran en esta última categoría, ya que operan a una altura de entre 500 y 1.200 km, mientras que los satélites GEO lo hacen a 35.000 km. La proximidad que tienen los satélites LEO de la Tierra hace que no tengan ninguno de los retrasos que se asocian a la comunicación satelital tradicional. Mientras los satélites GEO pueden tener retrasos en la comunicación de medio segundo o más, el retraso en la comunicación por satélite LEO puede ser de apenas 30 metros.

¿Hay algún problema?

Creo en la importancia de las tecnologías satelitales por tratarse de un mecanismo de acceso esencial y asequible, sobre todo para las regiones alejadas. Sin embargo, no todas las tecnologías satelitales se crean de la misma forma y me parece que deberíamos escoger las que empoderen a las personas de los países donde operan, las que ayuden a construir ecosistemas económicos y tecnológicos complementarios, e incrementen la autonomía general de las personas y de las naciones. En este artículo sostengo que las constelaciones de satélites LEO minoristas hacen poco de todo esto y es probable que, a largo plazo, extraigan más valor del que aportan. 

Así que, aquí estoy, estableciendo una distinción entre iniciativas LEO al por mayor tales como OneWeb, Telesat Lightspeed, o la constelación IRIS2 programada por la UE por un lado, y Starlink o el Proyecto Kuiper, que fueron diseñadas para brindar servicios minoristas, directos al consumidor. Creo que hay una mayor probabilidad de que los servicios satelitales al por mayor promuevan los ecosistemas económicos locales. También tienen la virtud de constituir encargos de constelaciones de menor magnitud, consistentes en centenas de satélites, lo que es de esperar disminuya el desafío que implica la coexistencia de las constelaciones. 

Y no olvidemos el humilde satélite estacionario GEO. Si bien las constelaciones LEO han acaparado la atención, los satélites GEO se fueron modernizando constantemente entre los últimos 5 a 10 años, con versiones de HTS (satélites de alto rendimiento) de nueva generación que tienen la capacidad de ofrecer velocidades de banda ancha a precios asequibles para la clientela. Se paga una penalización en latencia, pero para muchas aplicaciones este no es un gran problema. Esto ya está sucediendo pero no es noticia, como sí ha sido Starlink. Sólo en el último mes, Angola anunció que Angosat-2 conectará a 150 localidades de todo el país; Eutelsat Konnect empezó a proveer servicios en las zonas rurales de Nigeria; y Yahclick comenzó a proveer servicios de banda ancha en Sudán del Sur.

Ya se han planteado numerosas inquietudes en relación a Starlink y el gran volumen de satélites que conforman la constelación minorista LEO. La comunidad de astrónomos/as está preocupada por la medida en que la constelación de Starlink obstaculiza las observaciones astronómicas terrestres, no sólo porque bloquea visualmente el cielo nocturno, sino también porque causa interferencias electromagnéticas con la radioastronomía. A otras personas les preocupa más lo que podría suceder si uno se mete en el camino de otro. Los satélites LEO viajan a una velocidad de alrededor de 25.000 km/h. Como referencia, una bala de rifle se traslada a menos de la décima parte de esa velocidad. El impacto generado por el choque de dos satélites puede producir un efecto supersónico equivalente al de una bomba de fragmentación en el espacio, enviando metralla en todas las direcciones, y cada colisión generaría una nueva detonación. Esto crearía una nube de escombros formada potencialmente por millones de pedazos de satélites que inutilizarían el espacio cercano. Este fenómeno se llama Síndrome de Kessler. Aunque esto aún no ha sucedido, estuvo a punto de ocurrir alguna vez y la posibilidad de que haya accidentes aumenta a medida que se lanzan más y más satélites a órbitas similares. También genera preocupación ambiental el efecto que puede tener el lanzamiento de centenas, si no miles, de lanzamientos, ya que los gases de escape de los propulsores de los cohetes interactúan con la atmósfera. Cualquiera de estos asuntos debería ser suficiente para hacer una pausa y preguntarse si las constelaciones de miles de satélites son una idea inteligente. Hay mucha literatura sobre lo anterior. En este artículo, quiero centrarme en algunos aspectos a los que, en mi opinión, no se les ha prestado la atención suficiente. 

Constelación de satélites LEO 

Número de satélites propuestos 

Tipo de constelación

Starlink

12.000

Minorista

Project Kuiper

3.200

Minorista

OneWeb

588

Mayorista

Telesat Lightspeed

188

Mayorista

Iris

170

Mayorista

 

¿Tiene sentido el modelo de negocios de Starlink?

Una de las características más atractivas de Starlink es el precio para el/la usuario/a final. Si bien el costo varía significativamente según el país, el costo del abono mensual de Starlink oscila entre USD 25 y USD 100; y los equipos cuestan entre USD 200 y USD 650 para el terminal de Starlink. Esto sitúa a la compañía en el mismo rango de precios que la mensualidad del servicio de internet residencial en América del Norte, aunque el costo de los equipos es más elevado. Sin embargo, para la Mayoría Global este pago mensual sigue estando fuera de su alcance, salvo para un segmento muy restringido de la población. 

Pero ¿los precios de Starlink reflejan sus verdaderos costos? No lo sabemos. Durante mucho tiempo, fue natural suponer que lo que una empresa cobra por un servicio refleja el costo que tiene dicho proveedor, más un margen de beneficios. Pero en los últimos años, el capital riesgo ha cambiado esta lógica, priorizando la expansión rápida y dejando la preocupación por las ganancias para más adelante. No sabemos si Starlink, al igual que Uber y otros antes, está rebajando los precios deliberadamente para captar mercado. 

Starlink no sería la primera iniciativa de Silicon Valley que pregona su sostenibilidad financiera y luego se derrumba como un castillo de naipes cuando comienza la verdadera contabilidad. Miren lo que sucedió con el Proyecto Loon de Alphabet, un ambicioso proyecto de creación de una flota global de globos de banda ancha que terminó siendo un cuento ejemplarizante de solucionismo tecnológico. En 2020, se preveía que Loon y sus pares generarían una recaudación de cuatro mil millones en 10 años. En 2021, Alphabet cerró abruptamente su Proyecto Loon.

Estoy bastante seguro de que los precios actuales de Starlink tienen muy poco que ver con sus costos, pero igual vale la pena hacer un poco de matemática de bolsillo para probarlo. Estas son mis suposiciones sobre Starlink, algunas documentadas, otras no: 

  • Un lanzamiento a la órbita terrestre baja en un cohete Falcon9 le cuesta alrededor de USD 30 millones a SpaceX. Starlink ha declarado el mismo monto y cobra a otros 67 millones de dólares por lo mismo, así que esto parece plausible. 
  • Un cohete Falcon 9 de SpaceX podría poner en órbita a unos 55 satélites de la primera generación (de 260 kg cada uno). Pero Starlink se ha pasado a los mini satélites V2 que son más pesados (800 kg), lo que significa que sólo puede lanzar alrededor de 22 satélites cada vez. Se dice que los mini satélites V2 tienen una capacidad 4 veces mayor que los V1, pero como el tamaño de la constelación sigue siendo el mismo, esto no afecta los cálculos.
  • Starlink planea tener una constelación de 12 mil satélites. La constelación objetivo empezó con 4.425 satélites y el 25 de octubre Starlink solicitó el lanzamiento de 30 mil satélites adicionales. Sin embargo, los planes actuales de la constelación son de 12 mil satélites, así que me quedo con ese número. 
  •  La vida media de un satélite de Starlink es de alrededor de cinco años. Al estar tan cerca de la Tierra, Starlink puede ofrecer conectividad de baja latencia pero esa cercanía también hace que sus satélites se vean más afectados por el arrastre de la atmósfera terrestre. Los satélites de órbita terrestre baja necesitan ser periódicamente impulsados de regreso a sus órbitas, por lo que su vida útil se ve limitada por la cantidad de combustible que pueden transportar para mantener su órbita.
  • La tasa de fallos de Starlink ha sido estimada entre 2,53%. Sin embargo, el seguimiento de los satélites de Starlink indica que de los 5.331 satélites lanzados por Starlink, 363 no están operativos, lo que deja un total de 4.968 satélites activos. Esto hace que la tasa de fallos se acerque más a 7%. ¿Quién sabe? Para mantener la simplicidad de mis cálculos, voy a omitir por ahora este factor, pero vale la pena tenerlo presente. 

¿Qué conclusiones podemos sacar de esto? Suponiendo que todos los satélites serán mini satélites V2, ya que la primera generación expira, el costo de lanzamiento de cada satélite es de alrededor de USD 1,36 millones (USD 30 millones dividido 22). No sé cuánto cuesta fabricar un satélite de Starlink, pero voy a elegir la estimación más baja que conozco, que es de unos USD 250 mil. Digamos que el costo del lanzamiento de cada satélite es de más o menos USD 1,6 millones (USD 1,36 millones + USD 250 mil).

Eso significa que costará alrededor de USD 19.000 millones construir una constelación de 12.000 satélites. Y ahora viene el truco. Una vez que se lancen estos satélites, tienen cinco años de vida útil. Para mantener la constelación, Starlink tiene que lanzar 2.400 satélites por año sólo para mantener 12 mil satélites en órbita. Eso implica casi USD 3.900 millones por año sólo para mantener la constelación. Y esto no tiene en cuenta todos los demás costos que tiene Starlink, desde las 150 estaciones terrestres (y hay muchas más planificadas), el costo de investigación y desarrollo, el de fabricación, pasando por el costo de las licencias, hasta el pequeño ejército de grupos de presión que andan por todo el planeta solicitando que se aprueben licencias para los servicios de Starlink. 

Starlink ha afirmado que los costos de lanzamiento se reducirán drásticamente cuando el gran cohete Starship entre en funcionamiento. Sin embargo, cabe señalar que Starship es un emprendimiento extraordinariamente ambicioso que aún no ha logrado lanzarse con éxito. Además, es objeto de una demanda legal iniciada por una coalición de grupos ambientalistas luego de su primer intento de lanzamiento. Todo esto sirve para decir que, en este momento, Starship constituye una incógnita demasiado grande como para ser tenida en cuenta para la sostenibilidad de Starlink.

Tal como están las cosas, Starlink tuvo un rédito de USD 1.400 millones en 2022. La proyección era de 20 millones de personas abonadas al servicio en 2022, pero en septiembre de 2023 contaban con 2 millones. Les falta un largo camino por recorrer antes de acercarse a un punto de equilibrio. 

Hay quienes dicen que una combinación de contratos militares y subvenciones gubernamentales mantendrá a Starlink con vida, y puede que sea cierto. Pero, dada la intensidad del capricho del propietario de Starlink, Elon Musk, puede ser que los gobiernos deseen tener total control sobre las constelaciones de satélites militares. De hecho, es lo que está ocurriendo. 

Además, la zona óptima de conectividad de Starlink es sorprendentemente pequeña. El blanco de su mercado son quienes habitan zonas rurales relativamente ricas en áreas remotas o poco pobladas, donde las grandes empresas de telecomunicaciones no vislumbran una rentabilidad suficiente como para invertir en infraestructura terrestre. Starlink no puede competir en zonas urbanas porque ya existen servicios competitivos y las constelaciones de satélites no dan abasto con demasiadas suscripciones  por satélite, por no hablar de la necesidad de que los terminales de satélite tengan una amplia visión del cielo. Su mercado clave siempre está bajo presión, ya que las empresas de telecomunicaciones terminan encontrando formas de expandir su infraestructura hacia lo más profundo de las zonas rurales. 

Este año, Starlink ha hecho mucho ruido al recibir permiso para operar en varios países africanos. Sin embargo, sus argumentos comerciales son aún más débiles en esa región. Si bien hay una enorme necesidad de conectividad rural, el número de personas que viven en dichas regiones y puede pagar el hardware y el costo mensual de Starlink es bastante bajo. Por ejemplo, en 2022, se calcula que 40 millones de los nigerianos y las nigerianas tenían un nivel de ingresos por debajo de la línea de pobreza nacional de 137.430 nairas anuales por persona, lo que equivale a menos de 2 dólares al día.

En teoría, Starlink podría ofrecer un servicio muy útil a los proveedores de servicios de internet (PSI) rurales suministrando una red troncal de internet de alta velocidad para telefonía o servicios de internet rural. Pero, para que fuera rentable, Starlink tendría que cobrar mucho más dinero, lo que los volvería una opción menos atractiva. Y, otra vez, el número de PSI que podrían ser clientes de Starlink no es muy grande. 

En suma, es imposible que el público en general sepa cuánto cuesta el funcionamiento de Starlink. En noviembre de 2023, Elon Musk aseguró que Starlink había alcanzado el umbral de rentabilidad. No hay forma de cuestionar esa afirmación. Starlink puede parecer redituable, pero sólo mientras Elon Musk esté dispuesto a inyectarle dinero. Y las cifras básicas que aparecen anteriormente muestran otro panorama. No me siento ninguna autoridad en la materia, así es que si alguien quiere y puede mejorar o corregir mis suposiciones algo simplistas, le doy la bienvenida.

Agradezco a Carlos Rey-Moreno, Peter Bloom, Adriana Labardini y Katherine Barrett sus valiosos comentarios sobre el borrador original. Todos los errores y suposiciones subyacentes son míos. Este artículo presenta mi opinión personal y no representa la perspectiva de Mozilla ni de APC. 

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor, Many Possibilities. Ha sido dividido en dos partes para ser republicado y puedes leer la segunda parte aquí.

Imagen: Starlink Mission por Official SpaceX Photos a través de Flickr (CC BY-NC 2.0 DEED)

Steve Song es consultor sobre regulación y políticas de acceso de la iniciativa Local Networks de APC y asesor político de la corporación Mozilla. Su blog, manypossibilities.net, es un destino popular para quienes trabajan en temas de telecomunicaciones e internet en África. 

Artigo também disponível em português na revista PoliTICs (Instituto Nupef)